Una vez más el discurso político intentó tapar la realidad. La discusión de los países que suscribieron la vigencia de la Comisión Interamericana para los Derechos Humanos (CIDH), que funciona en Washington, aprobó en Bolivia seguir estudiando el posible traslado.
La propuesta impulsada con entusiasmo por el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño ha vuelto a dilatar cualquier decisión en la materia, dando largas a su proceso de estudio.
Dos años tomó al Gobierno del Ecuador la fallida exposición en la sede de la OEA hace poco en Washington para mover a la CIDH de ciudad, en vista de que EE.UU. no ha ratificado el instrumento.
Seguir tratándolo tiene poca recompensa ante el ímpetu interpuesto. Y hacerlo con tan solo cuatro cancilleres muestra magros resultados. Pero en materia política el discurso antiimperialista tuvo en el presidente Evo Morales a su más conspicuo orador.Morales piensa que la CIDH solo condena a gobiernos progresistas o de izquierda, olvidando el papel fundamental de esa Comisión durante las dictaduras del Cono Sur, algo que cualquier lector medianamente instruido sabe. Parece que la Cancillería, con funciones recortadas por el redireccionamiento pragmático del comercio exterior, seguirá en su empeño por cabildear con esta idea a cuestas. Muchos esfuerzos por un vano afán que, si se logra, no debilitará el sistema sino que tocaría una parte poco sustancial.