Una de las fortalezas más preciadas de vivir en democracia y en Estado de Derecho es la independencia de las instituciones.
El encausamiento del expresidente Nicolás Sarkozy, más allá del resultado de las pesquisas judiciales, muestra que en un país donde prevalece el equilibrio de poderes y la independencia de la justicia, nadie puede sentirse impune.
El expresidente es investigado por dos jueces por las denuncias de financiamiento ilegal para su campaña presidencial del 2007 por parte del exdictador libio Muamar el Gadafi.
Nicolás Sarkozy deberá responder ante la justicia; tiene todas sus garantías para defenderse en el juzgado y sus derechos están intactos.
El caso se le complica al expresidente debido a que el sucesor del dictador libio, tras su caída, ha revelado esa financiación en un libro que relata el fin de la dictadura tras la sangrienta guerra civil.
Como si el caso no fuese en sí mismo un símbolo de la importancia de la institucionalidad en un país como Francia, las denuncias fueron el producto de investigaciones periodísticas.
Nadie es indiferente a una realidad: en sociedades maduras, la prensa libre saca a la luz lo que el poder político o económico quieren ocultar.
Solamente en una comunidad que goza de libertad de expresión y prensa e independencia de poderes, todos, incluso los altos cargos políticos, deben responder por sus actos y gozar de un juicio justo.
Una lección que todos debiéramos asimilar en tiempos difíciles.