Como no había sucedido desde hace seis siglos, el papa Benedicto XVI renunció al trono de Roma que ocupó durante ocho años como sucesor de Juan Pablo II.
La llegada del cardenal Joseph Ratzinger sobrevino tras la muerte de Juan Pablo II. Un papa alemán sustituía a uno polaco. El cardenal Ratzinger mantenía constantes reuniones con su antecesor Karol Wojtila.
Cuando llegó al solio de Roma, se dijo que Benedicto XVI sería un papa de transición. En aquella ocasión, como ocurre también hoy, se mencionó en los corrillos de la Santa Sede la opción de varios prelados como posibles elegidos para ocupar el trono de sucesor de San Pedro.
La escueta pero clara dimisión de Su Santidad, conocida el lunes, trae como argumento la debilidad física para la delicada tarea de dirigir y orientar a una iglesia con 1 200 millones de fieles en todo el mundo. Dijo que deja el trono por el bien de la Iglesia.
Afrontar el cónclave será la tarea del Colegio Cardenalicio que concurrirá al Vaticano desde mediados de marzo. Elegir a un nuevo Pontífice que asuma los retos de dar realce a la Iglesia Católica vigente durante más de dos milenios y guiar la barca en medio de los embates provocados por polémicos asuntos públicos ventilados con fuerza en los últimos años, será su tarea fundamental.
Los fieles consideran que para ello el nuevo obispo de Roma tendrá la guía de Dios.