UNA RELACIÓN POSITIVA

Más allá del ambiente de confianza mostrado entre presidentes y ministros en el gabinete binacional del martes, la cita de Tulcán marca un camino que no debió desviarse y que es aconsejable seguir en el futuro entre los gobernantes de dos pueblos hermanos como Ecuador y Colombia. La cumbre denota una generosidad mutua que los pueblos demandan desde hace rato para abordar con sensibilidad e inteligencia los problemas comunes. En política internacional uno más uno es mucho más que dos, la cifra se potencia y los beneficiarios son los pueblos a través del intercambio comercial y cultural, así como la profundización de lazos de raíces profundas e históricas.

La triste etapa de Angostura, la penetración del Ejército colombiano tras la huella de guerrilleros de las FARC, muertos en el campamento clandestino, es un episodio de la historia que tiene como protagonistas innegables a los propios presidentes Rafael Correa y Juan Manuel Santos. Él fue el brazo ejecutor de la voluntad del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, de quien hoy está distanciado.

Ese episodio y los desencuentros ya han sido superados, afortunadamente por el tiempo y la actitud de ambos gobiernos, que han mostrado una voluntad de innegable generosidad. Hoy, los gobiernos de Santos y Correa hablan de integración, de comercio, de energía y de relaciones ancestrales con una confianza envidiable.

Todavía queda la rémora de Colombia para soportar el alto costo económico que supone para Ecuador la permanencia de refugiados y desplazados por su conflicto interno y que suman más de 50 000 personas. Pero el talante de los mandatarios y el tono de confianza recrean un escenario favorable que ambos pueblos deben aplaudir y alentar.

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