En un sistema democrático la alternabilidad trae ventajas. Caras nuevas y dirigencias frescas en cada partido. Distintos modos de enfocar la política, la economía y lo social, suelen ser opciones sanas.
Es verdad que los conglomerados de votantes tienen en sus manos la opción de reelegir. Pero muchas veces el aparato del poder es una maquinaria inagotable de propaganda, recursos y organización política, que propende a gestar condiciones inequitativas de participación democrática.
El ejemplo reciente de Venezuela nos muestra que un solo gobernante pudiera acumular hasta 20 años en el solio presidencial. En Colombia, reelegido por una vez, el ex presidente Álvaro Uribe buscó una reforma para optar por otra elección. Lo mismo se debate en Argentina.
En Estados Unidos la reelección inmediata ha sido una constante; es muy probable que Barak Obama se reelija. El vicepresidente del Ecuador, Lenin Moreno, dijo en entrevista a la revista Vanguardia que ‘es un error de los seres humanos acumular poder’. Sostuvo que no es deseable lo de Venezuela y que lo mejor es que haya un período con una reelección.
En un diálogo con Diario La Nación del Grupo de Diarios América, que publicó EL COMERCIO, el ex presidente brasileño Luis Inacio Lula da Silva expresó que para la democracia la alternancia en el poder es una conquista de la humanidad y por eso hay que mantenerla.
En el Ecuador afrontaremos comicios presidenciales. Rafael Correa ya se reeligió en 2009 luego de acortar su primer período. Ahora busca ser refrendado hasta el 2017.
Es conveniente para la salud democrática reflexionar sobre afanes de reelección indefinida que podrían germinar más adelante, como ha sucedido en otras latitudes.