Entre el feriado largo y la manifestación de fe religiosa, el Día de Difuntos nos lleva a recordar a la gente que partió.
Esta vez, la fecha nos obligó a volver los ojos a varios poblados y ciudades de Manabí y Esmeraldas que, con esfuerzo y no sin dolor profundo, salen adelante en medio de las dificultades, luego del terremoto del 16 de abril.
Hay que reconocer en el tesón y el espíritu de lucha de nuestros hermanos que lo perdieron todo, un ejemplo a seguir. Un esfuerzo que merece la pena acompañar no solamente con oraciones -para los creyentes- sino con muestras efectivas y continuas de solidaridad tangible.
La resiliencia cobra sentido para dejar atrás el miedo y el dolor. Muchas anécdotas de aquellas que traen los medios de comunicación que no olvidan a las zonas de desastre, reflejan esa fortaleza espiritual, incluso de quienes vieron morir a los seres queridos y a sus más caras amistades.
Los servicios religiosos fueron manifestaciones de amor y fe religiosa en distintas ciudades y en todas sobresalió el sentimiento de solidaridad.
En otros lares, las tradiciones más ancestrales y el sincretismo entre las creencias pre hispánicas y los ritos católicos volvieron a fusionarse.
La ocasión es, así mismo, propicia para las costumbres culinarias y la variedad de platillos tradicionales.
El feriado también ayuda en la reactivación turística que tanto se necesita en tiempos de contracción económica.