Ayer, 5 de febrero, se cumplía el plazo que la Superintendencia de la Información y Comunicación impuso para que el caricaturista Xavier Bonilla ‘Bonil’, de diario El Universo, rectificara la caricatura cuya publicación supuso adicionalmente una fuerte multa al medio de comunicación.
El argumento de que la caricatura sancionada no corresponde a la realidad de los hechos y estigmatiza la acción de la autoridad no resiste el menor análisis, y muestra el estado en que se encuentra la relación entre el poder y los medios de comunicación respecto de la libre expresión.
La caricatura es un género de opinión mediante el arte del dibujo. La propia Constitución y aun la Ley de Comunicación y su reglamento garantizan con todas sus letras la libertad de opinión.
Para cumplir el mandato de la autoridad, que usó semejantes argumentos, Bonil imaginó otra viñeta que cuenta la historia idílica de un allanamiento pacífico. El caricaturista hace una ironía con una historieta que no sucedió, y una vez más pone al desnudo lo contradictorio de la imposición.
Durante los días transcurridos entre la resolución y la rectificación de ‘Bonil’, la solidaridad de amplios sectores de la sociedad fue manifiesta frente al sacudón que en términos de opinión pública supuso la sanción.
La reacción internacional de estupor y rechazo al expediente de la nueva entidad, reflejan el conflicto que sobre las libertades se vive en el Ecuador.
Cabe una reflexión desde el poder.