El detonante fue una película de Hollywood, tan simple en su producción como en su contenido, que desató la ira de los sectores religiosos musulmanes integristas. Vuelven al debate los temas de la violencia, la intolerancia y el respeto a los cultos religiosos tanto como la sobreexposición de las tesis más conservadoras, no solamente en Oriente Próximo sino en Occidente.
Si bien el filme es una burla a valores muy profundos del mundo musulmán, la sobrerreacción con atentados terroristas y la muerte de inocentes no tiene justificación alguna. Las protestas entendibles escondieron también formas de violencia extrema que han sido recurrentes.
Armas sofisticadas en algunos de los atentados hacen pensar que todo responde a un plan preconcebido en el que el filme y su contenido ofensivo fueron solo un pretexto. Las reivindicaciones de grupos terroristas dan cuenta del grave mar de fondo que expresa una visión confrontada de civilizaciones y culturas.
En ese escenario, el mensaje de paz de Su Santidad, Benedicto XVI, en Líbano, tiene un valiente contenido ecuménico que invita a la reflexión. La reacción agresiva de Hasán Nasarala, líder de Hezbolá (el Partido de Dios), ilustra el peligroso escenario actual. “Los que insulten al profeta Mahoma sufrirán el castigo divino”, dijo el dirigente del grupo armado. Lo propio ocurrió cuando Salman Rushdie fue amenazado de muerte por una novela o se desataron atentados por caricaturas del Profeta.
En las vertientes más extremas también se encuentran, esta vez en Occidente, los que intentan trasladar el debate al tratamiento de la política exterior de EE.UU., justamente en plena campaña electoral. Los sectores más conservadores lanzan arengas y discursos radicales.