Quito cuenta con 80 kilómetros de vías para ciclistas. Esta buena idea de hacer de la capital una ciudad para ciclistas, quizá compartida por miles de personas, presenta inconvenientes. A la difícil topografía de la ciudad se junta la falta de orden y de señalización.
El proyecto municipal, que ahora es uno de los temas de la contienda por la Alcaldía, supuso una gigantesca campaña propagandística, la modificación de vías, los gastos considerables en carriles exclusivos, que no tuvieron acompañamiento suficiente ni adecuado con la señalización.
Muy positiva es la iniciativa, acompañada de modo entusiasta por varios colectivos de ciclistas activos, de procurar que la gente use la bicicleta. Eso está bien para quienes atraviesan tramos cortos o son cultores de un estado físico adecuado.
Pero la extensa topografía de la ciudad hace una utopía un cambio de transporte público o particular por bicicletas. Ni el estrecho trazado de algunas calles ni las cuestas insalvables ni los suficientes sitios de aparcamiento lo han permitido.
Otro tema es la cultura ciudadana. Los camiones irrumpen en horas de oficina, los buses aprietan a los vehículos pequeños y estos, además, lo hacen con las motos y bicicletas y, para colmo, los ciclistas invaden veredas y en los parques son una amenaza para corredores y peatones. Primero hay que trabajar en una campaña de concienciación y luego buscar los lugares adecuados para hacer de esta una idea feliz.