Durante largo tiempo viviremos los estragos del fuerte terremoto que azotó principalmente a Manabí, a parte de Esmeraldas y a otras provincias.
En este momento pasamos a otra fase: la limpieza de escombros será seguida de la reconstrucción. La tarea es larga y costosa y con la colaboración de todos no debe desmayar. El Gobierno central, los Gobiernos Autónomos Descentralizados de las zonas afectadas, la sociedad civil organizada en entidades como las cámaras de la Producción, los sindicatos y otras fuerzas sociales deben emprender una labor mancomunada constante y de largo aliento.
De la primera fase quedan lecciones contundentes. La respuesta humana y positiva de miles, por no decir de millones de manos solidarias de todo el país, no se hizo esperar.
En esa vorágine de emoción y colaboración generosa el liderazgo de Quito y su Alcalde jugaron un papel clave.
Mensajes oportunos, llamado desinteresado, respuesta eficaz. Miles y miles de litros de agua, alimentos, ropa, todo tipo de artículos para paliar las primeras angustias de la tragedia multiplicaron las caravanas con ayuda fraterna y solidaria.
Los bomberos de Quito jugaron un factor clave. Los voluntarios que viven en la capital se volcaron en las tareas de colaboración, y esa acción debe continuar ya que todavía hace falta el concurso ciudadano. Ecuador entero está agradecido con esta tarea cumplida que, sin embargo, no debe cejar.