El gran Centro Histórico de Quito, admirado por turistas nacionales y extranjeros, muestra problemas que han resurgido por falta de control y energía de las autoridades. Una verdadera vergüenza es que los problemas atávicos que habían sido desterrados del Centro Histórico de la capital se tomen de nuevo las calles.
La delincuencia, que lamentablemente lastima a toda la ciudad y al país, anida también en los recovecos de la ciudad vieja y amenaza al turista sin respuesta de las autoridades. Los visitantes, como es lógico suponer, propalan los riesgos de ir al Centro de Quito. Es mala propaganda.
Otro factor que es síntoma inequívoco de la condición social de todo el país se advierte en las calles de toda la capital y no solo en las calles céntricas. Vendedores acosan a los transeúntes y conductores a cada esquina. Son el desempleo y la informalidad.
Las ventas ambulantes se han vuelto a tomar la calle. Largos episodios de negociaciones y reubicación lograron despejar las veredas para que los peatones circulen a placer. Ahora se vuelven a concentrar y la autoridad no ejerce su función ni impone las normas requeridas de convivencia para garantizar a los transeúntes espacios adecuados para caminar.
Y, más allá, está el problema de la suciedad. Basura en calzadas y aceras, pese a que hay tres turnos de recolección, evidencian falta de control y una lamentable imagen de malas costumbres . Fachadas de iglesias, paradas del trole y hasta los cajetines son urinarios.
Estamos perdiendo nuevamente este Quito, ‘relicario de arte en América’ y Patrimonio de la Humanidad, justamente en el año en que se la ha declarado Capital Iberoamericana de la Cultura.