Los puertos son las puertas. La comunicación por el mar está vinculada a la historia del comercio y la conexión con el mundo. En sus inmensas instalaciones fluyen las mercaderías, llegan las maquinarias y salen los productos de exportación. También los puertos se convierten en lugares de complicado control para las autoridades empeñadas en vigilar las actividades ilícitas.
Junto al contrabando, el narcotráfico tiene en los puertos la locación principal para su ilegal actividad. Los traficantes han experimentado todo tipo de tácticas para convertir el envío legal de productos de exportación en vehículo para camuflar la droga y los químicos, que bien pueden ser precursores para transformar las sustancias en potentes estupefacientes.
Guayaquil, Manta y Puerto Bolívar son, según la Oficina de la ONU contra la Droga, los puertos más empleados.
En el Ecuador hay 3 000 empresas que se dedican a la exportación. De ellas, apenas el 10% observa normas de seguridad. El ocultamiento se hace en productos elaborados, cámaras dobles y todo tipo de camuflaje. No olvidemos el episodio de la valija diplomática en los jarros de Ruga, la Tortuga. Los datos dicen que apenas el 4,5% de la carga que sale del país es sometida a revisión; aquella que es sospechosa se abre. Cualquier vigilancia es poca frente a un poder tan grande. El Ministerio del Interior planea invertir USD 74 millones en equipos de control.