Fue todo cronometrado. La Cumbre de Periodismo Responsable, organizada por el Gobierno con amplio despliegue publicitario y cobertura sin par de los medios que controla rigurosamente, fue una muestra de lo que puede ser el periodismo en el futuro cercano si el Presidente pone el ejecútese a la Ley de Comunicación.
La falta de diversidad de pensamiento, del debate plural al que están acostumbrados los ecuatorianos, se pintó de cuerpo entero desde el discurso inaugural del Presidente -otra muestra de intolerancia y unilateralismo de las concepciones del Régimen sobre comunicación- hasta las ponencias y ‘debates’, con muchas caras pero una sola voz.
Como se acostumbra en las sociedades sin contrapesos, el contraste de ideas estuvo ausente de la agenda. Esta se trazó bajo el supuesto del proceso de democratización de la comunicación, pero sin contraposición de tesis ni pluralismo.
En ese mundo ‘ideal’, el papel de los medios independientes que revelan lo que el poder de turno quiere ocultar, que denuncian y destapan los casos de corrupción y dan paso a la discrepancia consustancial a la naturaleza humana, no debe estorbar al ‘proyecto’. Por eso la campaña de propaganda en pro de la Ley de Comunicación reafirma lo que el Presidente llama una guerra planetaria contra los medios independientes, en un mundo imaginario donde una sola voz reina sobre el silencio de los demás.