El movimiento Alianza País copó todas las dignidades de la Asamblea: Presidencia, vicepresidencias, dos lugares más en el Consejo Administrativo de la Legislatura, dejando para una voz aliada y apenas una opositora otros dos nombramientos. Además, se hizo de mayorías en las comisiones legislativas y sus presidencias.
Ya se ha dicho hasta la saciedad que esta nueva mayoría no solo es producto del triunfo electoral del oficialismo (52%) en las votaciones parlamentarias, sino del método de asignación de escaños que potencia a esa mayoría y reduce la representación de las fuerzas minoritarias.
Tras los primeros efectos prácticos en la organización de la Asamblea llegaron las primeras discusiones. Las reformas a la Ley de Minería, que el Ejecutivo envió con carácter de urgente, muestran esa mayoría aplastante frente a una oposición débil y desorganizada.
Una discusión sumarísima, una aprobación por 10 votos contra uno en la comisión de lo Económico y Tributario y un trámite casi insubstancial en el pleno durante el primer debate, exhiben el nuevo estilo legislativo de aparente eficiencia, dejando de lado, minimizando y acaso sepultando el debate de ideas y su contraposición.
La posibilidad de un Poder Legislativo no solo tramitador de leyes y proyectos sino, sobre todo, como tribuna de expresión de ideas contrapuestas y argumentaciones políticas se aleja con el actual estado de cosas. También se puede vislumbrar el camino que seguirá la fiscalización.