La acometida de las fuerzas represivas del gobierno de Daniel Ortega contra un grupo de obispos y organizaciones de paz, el lunes, agravó la situación interna y generó el repudio mundial.
Varios gobiernos del planeta así como las organizaciones de las Naciones Unidas y de Estados Americanos, ONU y OEA, así como la no gubernamental Human Rights Watch, alzan su voz de protesta ante los hechos ocurridos en Diriamba, al sur de Managua.
Los obispos promovían sin desmayo el diálogo como recurso. Los consecutivos fracasos de ese camino, sea por las demandas estudiantiles de la renuncia del Presidente o por la insensible actitud gubernamental sin que la represión cese, siguen caldeando los ánimos.
Las últimas denuncias muestran las armas represivas de los paramilitares que son idénticas a aquellas que emplean los policías y los miembros de las fuerzas armadas, pero esta vez disparadas sin piedad por civiles encapuchados contra los manifestantes.
Las protestas estudiantiles han seguido sin parar desde abril, cuando el Régimen anunció cambios en las leyes de jubilación y seguridad social.
El Gobierno ha ofrecido adelantar elecciones pero la oposición se halla empeñada en la renuncia del Presidente, un guerrillero que lideró al Frente Sandinista para derrocar en 1979 al dictador Anastasio Somoza. La historia da vueltas, los dirigentes revolucionarios de hace 40 años están en la oposición y Ortega reprime al estilo de Somoza.