La lucha contra el microtráfico de drogas adopta formas complejas. Una de ellas, la instalación de cámaras en varios colegios.
Los carteles de la droga operan en todo el continente. En el país ha crecido su influencia tanto como el esfuerzo oficial por combatir su presencia.
El consumo de drogas ha tenido momentos de arduo debate. Uno de ellos fue el que se provocó alrededor de la despenalización de pequeñas dosis.
El estado de cosas revela, empero, que el microtráfico se ha convertido en un problema creciente frente al que la autoridad reacciona de distintas formas.
En los barrios se trata de establecer controles. Dicha vigilancia llega hasta ciertos establecimientos educativos para identificar y capturar a los expendedores de drogas al menudeo.
La medida, aplicada ya a 86 colegios, se completará con la instalación de cámaras en 775 establecimientos educativos hasta fines de año. Cabe mirar con detalle el reportaje que EL COMERCIO publica en su edición del martes último.
El tema, una vez más, pasa por aspectos que pueden tocar fibras sensibles como la privacidad en espacios de actividades juveniles, en los cuales se pudiera sentir intimidación ante una suerte de Gran Hermano que todo lo ve.
Es imposible saber si una medida como esta es efectiva o puede ser contraproducente. Si la cámara capta un perímetro cercano a los colegios, las transacciones ilegales pueden hacerse a cierta distancia; los maleantes se darán modos. A la vez, se puede herir susceptibilidades.