El transporte público sigue en cuestión. El debate continúa alrededor de las tarifas, mientras la calidad y la seguridad del servicio son deplorables.
Para la mayoría de los vecinos de la capital, el transporte supone un dolor de cabeza diario. Buses en mal estado, falta de seguridad y mala conducción, velocidad excesiva, asaltos, apretujones y malos tratos son cotidianos. Es inaudito que el Cabildo no haya logrado encontrar soluciones durante años.
Es verdad que las tarifas están represadas por demasiado tiempo, pero la oferta de mejorar el servicio después del alza no resulta aceptable. La clase del volante no goza de la credibilidad ciudadana en esta y otras materias.
Se ofreció el sistema de la caja común pero no se aplica, se habla ahora de boletos electrónicos pero no se popularizan para los 2 850 buses de las 61 cooperativas. Eso evitaría las carreras a la cacería de pasajeros y seguramente bajaría la accidentalidad.
El subsidio costó millones, pero la evaluación no fue efectiva contra los que no cumplieron los parámetros y ahora está suspendido. Los autobuses están en mal estado y los gremios proponen volver al sistema ‘ solo sentados’ que apenas respetaron. Los controles no son efectivos.
Hay que capacitar a los choferes y lograr una atmósfera de respeto entre conductores y usuarios, pero sobre todo organizar el servicio bajo un esquema empresarial. Aumentar el pasaje no alcanza frente a la demanda ciudadana.