EE.UU. se halla otra vez en ‘shock’, luego de la matanza, en la madrugada del pasado domingo, de 49 personas, en un club de la comunidad homosexual de Orlando, en el estado de Florida.
El oscuro episodio, el peor tiroteo múltiple registrado en la historia del país norteamericano, también impacta en gran parte del mundo.
Aunque todavía hace falta una investigación más a fondo sobre las razones que movieron a Omar Mateen a cometer la hilera de asesinatos, estos reactivan una serie de preocupaciones.
En primera instancia, como lo ha señalado ayer el presidente Barack Obama, EE.UU. tiene pendiente la asignatura del control de armas. El debate de este espinoso tema se ha bloqueado en el Congreso, pese a la saga de ataques armados, en especial en los últimos años.
‘Ha sido un acto de terror y un acto de odio (…) Pero nos recuerda lo fácil que es conseguir armas para disparar en un colegio, un lugar de culto, un cine o un club nocturno”, ha lamentado ayer Barack Obama. Precisamente, el rifle de asalto AR-15 usado por Mateen, un guardia de seguridad, es “un arma de guerra”.
En segundo lugar, pone de nuevo en escena la percepción de marcada intolerancia hacia las minorías sexuales.
En el trasfondo del dolor de los allegados de las víctimas, los crímenes en Orlando, lamentablemente, también dan alas a los políticos, no solo de EE.UU., que han hecho de la xenofobia el componente principal de su plataforma electoral.