Tras los movimientos telúricos queda claro que debemos tener, como sociedad, preparación permanente.
Quito y sus zonas aledañas vivieron momentos de temor. Los sismos suelen ubicar al ser humano en su real y pequeña dimensión frente al planeta y sus rigores.
Tras las primeras horas de pánico tuvimos que lamentar la valiosa pérdida de vidas humanas. Constatamos también que las entidades de rescate supieron responder con prontitud y eficiencia y que las autoridades tuvieron la claridad de actuar y asumir el liderazgo.
Pero las lecciones de los sismos, como ocurrió después de los terremotos de Haití y Chile, deben crear conciencia colectiva de preparación permanente.
Ecuador es tierra vulnerable. Erupciones, sismos, deslaves, nos alertan de cuando en cuando sobre esa realidad con la que debemos convivir.
Hay un Código de la Construcción que se discutió después de los eventos internacionales mencionados. Debe ponerse en vigor y cumplirse con rigurosidad.
Debemos reforzar las edificaciones de las entidades y equipos encargados de la emergencia y los rescates: Bomberos, Fuerzas Armadas, Policía. Si ellos no están a salvo, mal pueden rescatar a posibles víctimas. Asimismo, los hospitales y las casas de salud donde llegarán los potenciales heridos deben tener construcción y seguridad sismorresistentes. Adicionalmente, hay que fortalecer las estructuras de sitios que se conviertan en albergues de emergencia.
Por último, todas las edificaciones deben revisarse. Si un próximo sismo es mucho más fuerte que los que vivimos, las consecuencias podrían ser fatales.