Este 2016 puede ser el año de la reconstitución de las relaciones de nuestro país con el Fondo Monetario Internacional.
Pese a ser visto desde una óptica tercermundista y desde los pruritos progresistas como un monstruo de cien cabezas, el organismo ha sido importante para la asistencia crediticia, aunque siempre ha exigido como contrapartida compromisos muy firmes de cumplimiento y más de una carta de intención.
Esos acuerdos, calificados como sometimiento, han sido una forma de ‘hacer bien los deberes’ en economía para acceder a créditos y beneficios.
Pero el año abre una puerta que para gobiernos con el discurso antifondomonetarista como el actual puedan reconstituir el escenario y restablecer las relaciones a plenitud. El Gobierno ecuatoriano criticó las recetas inapropiadas del FMI, decidió cancelar deudas y no acceder a nuevos créditos.
El Congreso de Estados Unidos puede acoger reformas que incluyan en las grandes decisiones del FMI a países como China, Brasil o la India.
Ese cambio del FMI podría hacer aceptable al Ecuador acceder a sus empréstitos -algo aún no admitido plenamente por el Régimen-. El año que concluyó vinieron misiones de observación de la economía ecuatoriana, como no había sucedido en los últimos años.
Esta podría ser una oportunidad para que Ecuador diversifique sus fuentes de crédito en un año que se proyecta difícil. La deuda con China supone una alta y costosa concentración.