Trump y los migrantes

Donald Trump cambió con un decreto su decisión política sobre la separación de los niños migrantes de sus familias.

Un país que desde los albores de su conformación ha sido un crisol de vertientes étnicas y de orígenes diversos como Estados Unidos, hoy afronta una tensión especial por los millones de personas desplazadas que tratan de buscar en su territorio un futuro mejor.

La otrora tierra de promisión es hoy un calvario para miles de personas que han ido en busca de libertad y trabajo.

Para los hispanos -ahora una considerable minoría cuya descendencia crece-, el tema del muro anunciado por Trump para separar a México de Estados Unidos es un drama, a lo cual se suma la animadversión a los extranjeros de ciertas zonas del planeta, que desde la campaña alimentó el Presidente. La posición presidencial ha sido invariable con la migración, pero la decisión, que entra en el sensible terreno de los infantes fuera del cuidado paterno, fue mucho más allá de lo imaginable.

Corregir un desatino de tal magnitud es loable. Trump retrocedió esta vez ante la condena mundial, interna e incluso familiar. Dejó ver al menos un lado amable dentro de su comportamiento usualmente tozudo.

Ahora lo realmente importante es que amplios sectores de esa gran nación se sensibilicen ante una realidad humana que es parte de la inmensa movilidad planetaria de los tiempos que corren. Es una lástima que las cosas hayan llegado a estos extremos.

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