Las obras más costosas de la historia nacional se hallan en el sector hidroeléctrico, pero su capacidad se sobredimensionó en función de su real utilización.
Este Diario publicó ayer un reportaje donde se detalla las obras inconclusas en el sector hidroeléctrico, con lo cual esa capacidad de generación crecerá.
Aún así, ahora el país consume un 48% de su potencial real. La autoridad del ramo sostiene que es importante tener un margen de reserva frente a los imprevistos, y tiene razón.
En un país donde hay deslaves, potenciales erupciones y sismos que pueden afectar a las presas o a las líneas de transmisión, esto es perfectamente comprensible. Empero, los entendidos señalan que los parámetros internacionales se han sobrepasado mucho.
La verdad es que a tiempo se cuestionó este sobredimensionamiento, se preguntó sobre los costos de los proyectos y se aguardan profundas auditorías sobre la calidad de las obras y el dinero empleado, que le ha supuesto al erario nacional deudas altas.
Otro de los justificativos que se aluden para tener semejante potencial es que con él se deben sostener varias operaciones como las de Yachay, la Refinería del Pacífico – y ya vemos la triste suerte que ambos han corrido-, y otros planes como el de las cocinas de inducción, que apenas si despegó.
Ahora que las vacas flacas desnudaron los excesos y el despilfarro, esta desproporción muestra la otra cara de una década que se bautizó de ganada.