Ser mandatario de los Estados Unidos del 2009 a 2013 le ha supuesto a Barack Obama una cantidad considerable de canas. Con esa huella del tiempo inició formalmente ayer el segundo y último mandato que le permite la Constitución. Ganar la Presidencia supone para el líder demócrata una línea de continuidad que antes logró su coideario Bill Clinton, después de dos dobles períodos republicanos (Ronald Reagan y George Bush padre).
Obama llega a este segundo período rodeado de expectativas. Tuvo en sus manos el timón de su gran nación cuando la tormenta de la crisis arreciaba. Los impactos de la burbuja inmobiliaria, la contracción económica y el descontento social hacían pensar que una reelección era casi imposible.
La gran capacidad de los Estados Unidos para salir adelante, un liderazgo firme ante las críticas y la adversidad y una campaña electoral donde tuvo que sortear una serie de tropiezos frente a su adversario republicano le dieron la victoria. Obama asume su mandato con el reto de conducir el retiro de tropas de Afganistán, capear el coletazo de la Primavera Árabe y fomentar la relación con la Europa herida por su propia crisis. Irán será un problema, tanto como Siria, y el manejo del pulseo con la creciente potencia China, otro reto para fijar un rumbo de estabilidad deseada.
Ojalá que en la agenda de Obama, América Latina entre con una perspectiva de interés y atención que no ha tenido.