La celebración del nacimiento de Jesús es fiesta común para millones del habitantes en el planeta. Es a la vez alegre y triste.
La nochebuena es un momento de unción familiar, de celebración y comidas en conjunto para expresar el cariño por los seres queridos. Es un tiempo para recapitular y recordar.
Para millones de seres, la fiesta ha trastocado su mensaje religioso y es una ocasión para el intercambio de regalos, los ágapes y hasta los excesos del consumo y la abundancia. Para muchos otros millones de seres, es tiempo de aprietos y carencias. Muchas personas no tienen trabajo y les falta un dulce o un regalo para los niños. Por eso es una fiesta de inmensos contrastes.
En el Ecuador, esta Navidad se celebra en un tiempo complejo. Un terremoto de gran escala sacudió al país en abril y mayo, castigando con especial rigor a Manabí y Esmeraldas. Recientes sismos en Atacames revivieron los momentos de angustia.
Es verdad que el terremoto despertó los más altos sentimientos de solidaridad en millones de personas que se volcaron a ayudar con generoso corazón, y esa es la cara alegre de la tragedia que nos llevaremos como recuerdo.
La recesión, la falta de plazas de empleo y las dificultades que sigue causando el efecto de la caída del precio del petróleo marcaron el año. La campaña electoral extiende la tensión política de estos años. No obstante, el deseo de salir adelante es una señal positiva que nos fortalece y anima en esta Navidad.