Finalmente, luego de retrasos y tropiezos, el alcalde de Quito Mauricio Rodas firmó el contrato para construir el Metro.
El proyecto, una obra de un consorcio privado con préstamos internacionales y el aval del Gobierno nacional, pondrá a la ciudad en movimiento y en apuros.
La obra es un viejo anhelo de exalcaldes como Sixto Durán Ballén y Álvaro Pérez Intriago, en los años 70 y 80. Es verdad que a un proyecto de tal magnitud y dificultades le han surgido críticos, como otros exalcaldes como Rodrigo Paz o Roque Sevilla. Es verdad, así mismo, que el proyecto lo lanzó el alcalde Augusto Barrera, pero Mauricio Rodas lo hizo suyo en la campaña electoral de 2014.
De los costos originales a los estudios finales se presentaba un serio desfase de USD 440 millones. Hubo que hacer ajustes y buscar más recursos. La obra arranca con un costo de USD 2 009 millones, pero no debemos perder de vista que en toda obra pública los ajustes de precios son moneda común. El Metro es una de las obras más grandes y costosas de desarrollo urbanístico que emprende el país en toda su historia. Su costo solamente es superado por el proyecto hidroeléctrico Coca-Codo Sinclair.
La construcción de un Metro supone un gran movimiento, un estímulo para la economía ecuatoriana y en especial de la capital durante tres años y medio. La mano de obra y el trabajo serán estimulados. No debemos olvidar que la obra conllevará molestias y congestión, un sacrificio indispensable con un fin común loable.