La advertencia de un año difícil efectuada por el Primer Mandatario en octubre del año 2014 trajo efectos múltiples.
Uno de ellos se evidencia en el sistema financiero, que funciona como el termómetro de la economía. En épocas de contracción económica -producto de menores ingresos petroleros-, el primer afectado es el Fisco, que reduce el gasto y comienza a acumular deudas con proveedores, municipios, etc.
En una economía con fuerte presencia del Estado, el recorte del gasto público se traduce en menos dinero en circulación. Y esa menor liquidez se evidencia en una caída de depósitos en la banca, que fue notorio en el 2015.
Las instituciones financieras pagaban una tasa de interés mayor para captar depósitos en un mercado con menos liquidez. Esa situación empezó a cambiar en el presente año, debido a una recuperación de los precios del petróleo y la contratación de nueva deuda, lo cual le ha permitido al Gobierno reducir sus atrasos con proveedores. Ellos también se han puesto al día en sus obligaciones, lo cual se ha reflejado en un aumento de los depósitos en la banca.
El sistema financiero tiene ahora mayor liquidez, lo cual ha ocasionado una reducción en la tasa de interés en los depósitos a plazo. Sin embargo, la banca no puede colocar esos excedentes de recursos, pues sus clientes prefieren no endeudarse por la recesión y la incertidumbre. Es necesario generar confianza para que la mayor liquidez se traduzca en créditos productivos.