Lenín Moreno sigue dando señas de confianza y tranquilidad a los diferentes estamentos de la sociedad en sus primeros días.
Esta vez, el Primer Mandatario convocó al Palacio de Carondelet a los altos jefes militares y policiales. Junto con los ministros de su gabinete que se ocupan de estos sectores, hizo trascender contenidos importantes.
La relación del Régimen saliente con los órganos de la fuerza pública atravesó particulares tensiones. La rebelión policial conocida como el 30S lastimó la confianza del Presidente con la Policía y esa herida tardó en irse cerrando.
Durante el tramo final del mandato que cerró la década, las Fuerzas Armadas, que mostraron lealtad al jefe de Estado en los momentos relatados, sintieron el endurecimiento de las críticas desde las altas esferas del poder político. Comentarios agrios, debilitamiento de aspectos que pueden ser sensibles en la estructura de una institución jerarquizada por naturaleza, terminaron con decisiones sobre las jubilaciones y hasta un litigio de propiedad que resintieron la relación, afortunadamente sin consecuencias negativas, acaso por la madurez de los militares ecuatorianos.
El pronunciamiento del Presidente -‘para mi seguridad no acudiré a ninguna instancia que no sea la de ustedes’-, junto a otros gestos y decisiones, es una señal que abre caminos a una relación que, más allá del poder que ostenta un gobernante, siempre debió ser respetuosa y cordial. Habrá que ver en el tiempo el resultado de este cambio.