Desde el 20 de abril, en las profundidades del golfo de México se produce un derrame petrolero que ha causado ingentes daños ambientales, ha provocado la muerte de flora y fauna y ha colapsado la millonaria industria pesquera de la zona.
Por añadidura, a los fallidos intentos de los últimos días se suman las condiciones climáticas provocadas con la presencia de la tormenta Álex, lo cual puede complicar la lucha para impedir que sigan vertiéndose en las aguas del golfo un estimado de entre 30 000 y 60 000 barriles diarios.
La plataforma ‘Deepwater Horizon’ operaba a órdenes de una de las empresas de más poder e influencia en el rico mundo de la explotación hidrocarburífera, la British Petroleum. Desde entonces la firma ha “tirado al agua” la increíble cifra de USD 2 350 millones. Pero ni así ha podido contener el derrame que sigue imparable.
También siguen imparables a la baja las acciones que se cotizan en bolsa de la multimillonaria empresa, que se muestra impotente, pues los ensayos de distintas tecnologías para contener la “hemorragia” petrolera son infructuosos. El derrame además ha “manchado” la imagen ya tocada de la administración del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y le ha causado un remezón importante en materia de popularidad.
Como consecuencia del grave accidente, también otros procesos extractivos en plataformas marinas son vistos con recelo en el planeta. Y es lógico pensar que ante una disminución de la expectativa de oferta de crudo su precio seguirá creciendo. Pero si bien hay países que pueden sacar beneficios económicos coyunturales de esta triste realidad ambiental, se trata de una tragedia indeseable y que dejará secuelas imborrables en la industria y en el ecosistema.