El pasado 10 de febrero, de modo sorpresivo, el Presidente de la República se hizo presente en el Hospital de la Seguridad Social de Guayaquil.
Rafael Correa palpó en carne viva lo que los medios privados e independientes vienen señalando desde hace tiempo.
La infraestructura de la Seguridad Social en materia de salud se quedó corta y esa realidad la viven de manera cotidiana los miles de afiliados. Estos esperan largas horas por turnos y, a su vez, saben que no siempre hay todas las medicinas recetadas por los médicos de esos mismos centros de salud y cuando acuden a las clínicas privadas, tampoco obtienen atención en algunos casos.
El problema es medular. En la anterior administración, luego de avances decidores en los procesos y una atención más fluida que de costumbre, se abrió la puerta de los dispensarios y hospitales del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) a miles de nuevos afiliados.
El propósito es bueno, pues se trata de un requerimiento solidario que se expresa en una mayor cantidad de nuevos afiliados a la Seguridad Social.
Sin embargo, desafortunadamente, ese crecimiento de la demanda por mayor número de pacientes no fue acompañado de mayores inversiones en infraestructura. El Presidente del IESS dice que se tardará largo tiempo en las obras de nueva construcción, y tiene razón.
Además, la derivación a las clínicas privadas tiene dificultades y ahora se las amenaza con medidas extremas si no atienden a los pacientes que el IESS debiera, en principio, asumir y sostener.