El Himno a Quito, como suele suceder con todos los himnos, es un referente simbólico que muchas veces representa valores profundos de una sociedad y, además, expresa las emociones de una época.
La polémica se levantó por la exclusión de una estrofa alegórica -y en términos absolutamente literarios- alusiva a la presencia española en Quito. En su reemplazo se incluyó una que se refiere a la gesta de la Independencia.
La nacionalidad ecuatoriana y la quiteñidad constituyen un potente tejido que no se explica sin el sincretismo cultural.
La huella de los antiguos señoríos, la conquista incásica y la colonización española, choques civilizatorios fuertes y no ajenos a la sangre y la opresión, trajeron aparejados aspectos sin los cuales el Ecuador de hoy sería inexplicable.
El idioma español se adaptó a la geografía y la cultura de este rincón de los Andes, y la imaginería dio a luz el arte religioso; los templos son una señal inconfundible de la personalidad de Quito.
Por otro lado, tampoco cabe desconocer que la visión histórica de ‘Quito, Luz de América’, es un símbolo de altivez e innegable espíritu libertario.
Ni cantar la estrofa que alude a la fusión cultural de España con el Nuevo Mundo ni invocar a la lucha por la libertad es ilegítimo ni desdeñable. No cabe desoír la voz de la historia y desconocer alguna de todas sus ricas sus facetas.
Y no conviene instalar polémicas bizantinas que detengan el desarrollo de Quito y el emprendimiento común para resolver sus múltiples problemas.