Tras dos presidencias consecutivas del Partido de la derecha, el PAN, hoy vuelve al poder de los Estados Unidos Mexicanos un gobernante del Partido Revolucionario Institucional (PRI): Enrique Peña Nieto. El PRI estuvo durante varias décadas en el solio. Fomentó un sistema de concentración del poder hasta construir un modelo de partido único en el Gobierno y pequeños grupos en la oposición.
Durante ese largo período, las sospechas del fraude electoral institucionalizado eran sistemáticas. No hubo, empero, reelección de los presidentes, como contrapartida al poder imperante. El nuevo Presidente que asume hoy fue Gobernador del Estado de México y antes diputado. Llega con fama de hombre mediático y será el sucesor del grave problema de la violencia, que suma 60 000 muertos como saldo de una lucha interna entre los carteles de la droga y las fuerzas del orden.
La larga frontera que separa a México de Estados Unidos de América es lugar propicio para el tráfico ilícito de estupefacientes hacia un mercado descomunal. Además, México es país de paso de corrientes migratorias de centro y sudamericanos sin papeles, que quieren ingresar en busca de oportunidades a la gran potencia del norte.
El desafío de Peña Nieto es inmenso, pero para ello cuenta con una economía relativamente estable, que ha sabido sortear los impactos de la crisis del propio EE.UU y de Europa. En parte, esa estabilidad se debe al trabajo realizado en estos años por los dos gobiernos sucesivos del PAN, con Vicente Fox y Felipe Calderón.
Otro tema de importancia será borrar la imagen del PRI acumulada por años en el poder e instalarlo en un esquema de alternancia, siempre sana para las conquistas democráticas que los tiempos imponen.