Galápagos, ese tesoro

Las islas Galápagos constituyen un ecosistema único. Es precisamente esa característica la que la vuelve un atractivo turístico mundial de primer orden, pero que, al mismo tiempo, exige una serie de cuidados en virtud de su fragilidad.

Tal condición, en efecto, requiere un monitoreo permanente, tanto para mantener intocada su riqueza biológica como para medir el impacto de las actividades alrededor del creciente turismo. La ecuación no siempre resulta fácil.

Las islas son muy susceptibles a problemas de contaminación como el que pudo haberse derivado del encallamiento del barco Galapaface I, el 9 de mayo, de no haber sido por el aprendizaje durante la tragedia ambiental provocada en el 2001 por el accidente del Jessica.

El sistema es susceptible, asimismo, a fenómenos naturales como el calentamiento del mar, que altera la alimentación del piquero de patas azules. El monitoreo científico se torna indispensable para saber lo que pasa con su flora y su fauna. La Dirección del Parque Galápagos habla de la extinción de 15 especies y el avance de especies invasoras.

Cabe preguntarse permanentemente si el creciente impacto humano sobre las islas está debidamente dimensionado. El turismo creció el año pasado un 13% en relación con el 2012. Desde luego, no solo se trata de los visitantes sino de quienes se emplean en la actividad.

Las islas constituyen un gran patrimonio del Ecuador y del mundo, y su preservación demanda un compromiso permanente de todos los actores.

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