La alarma corrió temprano, el domingo, en el Centro de Quito. 55 personas privadas de libertad se fugaron del penal (llamarle expenal es un eufemismo). Los fugados estaban en el Centro de Detención Provisional. Entre ellos, se mezclaba un condenado por asesinato .
Tras los primeros movimientos policiales se logró recapturar a 13 prófugos y las investigaciones posteriores desembocaron en la prisión preventiva para 13 celadores.
Se alude a la falta de guías la vulnerabilidad de las cárceles, cuando todos sabemos que puede ser un factor importante, pero nunca el único. En el país hay 1 500 celadores para 24 000 presos.
Los sistemas de seguridad se ponen a prueba cada vez (en Riobamba, el lunes, hubo otra fuga), y el caso de La Roca y los detenidos peligrosos fue una muestra de la fragilidad de los centros penitenciarios. Los guías han recibido formación en la Escuela Politécnica del Ejército pero por lo visto esta no ha sido suficiente. Ellos son víctimas de la impotencia o el miedo y, en algún caso, de corrupción, como lo expresó en redes sociales el Ministro del Interior.
El hacinamiento es tremendo, las cárceles no dan más y expertos juristas piensan que con el nuevo Código Penal la acumulación crecerá. El uso de drogas es otro problema y los internos tienen teléfonos celulares, armas y alcohol.
Si bien los nuevos edificios que se construyen paliarán el problema, el Régimen tiene un gran reto con el sistema carcelario.