Apenas dos puntos porcentuales separan al ganador de la primera vuelta Francois Hollande, socialista a la europea, del presidente derechista Nicolás Sarkozy, quien busca la reelección y que sin duda paga el impacto de la crisis económica continental.
Ya las encuestas para la segunda vuelta -ballotage en el término francés acuñado en política– ponen al ganador como favorito.
Los demás candidatos presidenciales fueron Marine Le Pen, de la derecha dura y quien advirtió que deja en libertad de voto a sus partidarios, y Jean-Luc Mélenchon, izquierdista simpatizante del modelo de Rafael Correa. Contarán otros votos de los centristas y ecologistas.
La campaña de Sarkozy desplegó todo el potencial de un presidente desde el poder, como nos consta aún que sucede a nosotros y sus discursos y montajes mostraron aquello de la política espectáculo. Su rival hace pocos meses, en el centroizquierda era Dominique Strauss-Kahn, el ex jefe del FMI, cuyo escándalo sexual destruyó su postulación. Quedó Hollande llevando el testigo de los socialistas y ganó, aunque de forma apretada.
La segunda vuelta, en la primera semana de mayo, pondrá a prueba dos modelos distintos: el liberal, que llevó adelante Sarkozy a quien la crisis financiera europea juega una mala pasada por cuanto son los bancos franceses los principales prestamistas de los países en problemas; y el modelo del Estado de bienestar, que privilegia el gasto en materia social, pero que predispone las cuentas públicas a fragilidades como las experimentadas por España.
Toda una apuesta política, en ambos casos, para obligar a elegir a una sociedad ansiosa por su futuro inmediato y el fantasma del desempleo y la inestabilidad.