Las huellas de una honda crisis económica como la que afronta el Viejo Continente pueden golpear por muchos años.
Y no solo deben estar sobre aviso los países cuyas estructuras económicas se muestran más débiles o experimentan altos niveles de endeudamiento.
Francia muestra cierto nerviosismo, acrecentado por el calendario político. Está en plena campaña electoral pero no se puede ocultar que buena parte de la deuda de Grecia se contrató con bancos franceses.
Nicolás Sarkozy, presidente derechista en funciones, ya buscó sembrar inquietud en el electorado porque está segundo en las encuestas. Ahora el Mandatario, en campaña para las elecciones presidenciales del 22 de abril, dice que si su rival socialista Francois Hollande gana, el fantasma de lo que ocurrió en Grecia o el prólogo como el que vive España se repetirá en la propia Francia. Advierte que si su rival gana sobrevendría la quiebra e insistió en sus recetas de austeridad fiscal, una fórmula que no le garantiza votos.
El espectro de la crisis amenaza con fuerza a España, cuyo poder político está en manos del derechista Partido Popular, de Mariano Rajoy. Ante la debacle del Partido Socialista Obrero Español de Rodríguez Zapatero en las elecciones, apenas 100 días después Rajoy ha debido afrontar su primera derrota en las urnas, aun cuando se trate de dos comunidades autónomas, donde el PSOE recuperó terreno.
Además una huelga general de trabajadores volcó a miles de manifestantes a las calles en rechazo a los recortes, los despidos, la austeridad fiscal y el desempleo.
En Europa los actuales y futuros mandatarios deben poner, de modo permanente, sus barbas en remojo al menos hasta el ocaso de la crisis que aún está lejano.