Luego de toda una operación compleja, múltiples reuniones y disposiciones rígidas en cuanto al contenido de azúcar, grasa y sal de los productos alimenticios, las autoridades han propuesto cambios a la normativa vigente.
La idea de presentar de modo claro los contenidos de los alimentos tiene un propósito de transparencia loable, y supuso importantes inversiones para las empresas que se dedican a la fabricación e importación de este tipo de bienes.
La norma estipula que se deben presentar estas etiquetas tildadas como ‘semáforos’ en la parte frontal de los diferentes productos.
Sin embargo, las autoridades han cambiado de opinión y modificarán la reglamentación para que se puedan exhibir esas etiquetas en la parte posterior.
Se mantiene la prohibición de atribuir al producto virtudes nutricionales o también efectos terapéuticos. Ambos atributos eran una parte de las estrategias de mercadeo.
Muchas empresas cumplieron con la medida y han hecho millonarias inversiones en impresión de etiquetas. Esas empresas deberán competir ahora con aquellas que todavía no habían cumplido la disposición, más allá de que la inversión desperdiciada podría significar una afectación, una suerte de competencia en condiciones diferentes.
Tal vez habría sido mejor meditar a fondo la medida y proponer normas que se mantengan en el tiempo, pues no han cambiado los argumentos para defender a los consumidores.