Las versiones confunden. Israel habla de nueve muertos, los integrantes de la Flotilla de la Libertad dicen que son 19. En cualquier caso, se trata de vidas humanas segadas por la fuerza de las armas. El ataque, producido en aguas internacionales, provocó una rotunda condena mundial. Ecuador hizo su pronunciamiento como muchos países y fue más allá: llamó a consultas al embajador ecuatoriano en Israel.
La explicación que ha dado el Gobierno de Jerusalén busca justificar el ataque en función de supuestos datos que aluden a una filtración de terroristas en una de las seis embarcaciones, aquella que fue atacada.
La Flotilla de la Libertad, que conocía la posición oficial de Israel, intentaba romper el bloqueo que impuso el Gobierno de Israel a los palestinos de la Franja de Gaza cuya dirigencia está vinculada a una de las facciones radicales antisionistas: Hamas.
El mundo recuerda con estupor la guerra contra esta pequeña franja, que junto con Cisjordania gobierna la Autoridad Nacional Palestina. La condena universal exige, por razones humanitarias, el fin del bloqueo.
La historia de los pueblos de Israel y Palestina está jalonada por visiones encontradas y extremas. Israel reclama su territorio, creado por una resolución de Naciones Unidas en 1947 con el voto ecuatoriano. En el mismo acto se reconoció un territorio para Palestina que pide respeto a sus límites y autonomía por parte del Gobierno de Jerusalén.
La visión religiosa encontrada y una geografía apretada, suman dificultades para una salida negociada al antiguo conflicto. La paz en esa simbólica parte del mundo, la casa de Dios para las tres religiones monoteístas del planeta, es una demanda de la conciencia civilizada de la humanidad.
Hechos como este dificultan aún más ese camino de la paz.