El invierno ha caído con una rudeza que no se sentía desde hace tiempo en el país. Golpes de agua abundantes o largas lluvias sostenidas.
Quito no ha sido la excepción: largas lluvias -combinadas con neblina y frío- que causan daños, dificultan la movilidad y desnudan falencias.
Las consecuencias a escala nacional son conocidas: derrumbes y cortes constantes en las principales carreteras que unen la Sierra con la Costa, ríos cargados de aguas tumultuosas que arrastran materiales. Inundaciones y un sinfín de historias y dramas humanos impregnados de dolor.
La semana que terminó, Quito sufrió los estragos de un nuevo episodio de lluvias prolongadas. El jueves por la noche, un derrumbe interrumpió por más de 12 horas el carril norte-sur de la avenida Velasco Ibarra, arteria que une el centro norte de la ciudad con el sur y el valle de Los Chillos. Vías periféricas como la Simón Bolívar también experimentan este tipo de problemas, mientras que la Occidental tiene un alto tránsito y en estos días es sometida a reparaciones.
El mal estado de las vías y la presencia de cuadrillas que bachean miles de huecos y repavimentan, los desvíos por la construcción del Metro, las fallas del alcantarillado debidas a la negligencia de los ciudadanos y a la falta de prevención se agravan con la actitud prepotente y desatenta de los conductores.
La combinación es un caos que amerita acciones municipales coordinadas y oportunas.