El Ecuador en todos sus estamentos debe estar consciente de la riesgosa situación que atraviesa en materia de seguridad. Las amenazas del crimen organizado, el sicariato y el narcotráfico son evidentes y la urgencia de contar con el equipamiento a punto y tecnología de punta son asuntos importantes.
No es cuestión de un alarmismo ni solamente de percepciones. Las operaciones delictivas vinculadas con actividades ilícitas internacionales, más allá de que en algún alto estamento que la presencia de capos de la droga se refiere solo a la intención de ocultarse, delatan una realidad que va logrando hacer conciencia en las instituciones que se ocupan de la seguridad pública: FF.AA y Policía.
Convertir en una discusión retórica asuntos tan delicados es tan inútil como irresponsable. Todo el país debe asumir la gravedad de la situación.
La reciente caída de una avioneta cargada de dólares y la presunta vinculación con actividades del narcotráfico desnudó las dificultades en la detección y control de aeronaves que no responden a planes de vuelo previamente establecidos.
Los costosos equipos de radar que se instalaron después del bombardeo de Angostura tardaron tiempo en habilitarse y no son los indicados para estos controles.
Las aeronaves no tripuladas, de sofisticada tecnología no realizan una operación de modo permanente.
El mapa de pistas y su control no parece suficiente. Las prevenciones deberían extremarse.
El Presidente ofreció más recursos para la Marina y exige respuestas ya que los pobladores de ciertas zonas de la Costa piensan que hace falta más patrullaje. La colectividad considera que la seguridad es prioritaria y se requiere de voluntad política y capacidad técnico-operativa.