La ciudad de Quito fue cercada por el humo y los incendios forestales. Esta semana especialmente seca en la temporada veraniega fue detonante de unos focos de incendio que, en algunos casos, destruyeron vastas extensiones de maleza y árboles que han amenazado vidas humanas e inmensas instalaciones industriales.
Si los incendios de Puembo afectaron a una industria avícola próspera, las llamas también llegaron a los alrededores de las instalaciones del nuevo aeropuerto en Tababela.
En Cumbayá y Tumbaco las quebradas eran senderos de fuego y las laderas empinadas impedían la operación de los vecinos y los bomberos.
Hay que rescatar la esforzada y valiente labor de los bomberos que han pasado largas jornadas sin dormir, con pocas horas para el alimento y con un enemigo que circula a gran velocidad, estimulado por el viento, y que ahoga a personas y animales.
Hace quince días se despidió en el Cuerpo de Bomberos a 43 de ellos que ocupaban cargos administrativos, pero cuya tarea de coordinación en emergencias se vuelve clave.
A pesar de los esfuerzos que se hicieron por dotación de equipos durante la anterior administración municipal, se ve que no alcanzan. No hay mangueras que se desplieguen por centenas de metros en las laderas, no hay motobombas suficientes para una emergencia de esta magnitud.
Es importante la rápida respuesta que debe existir en situaciones de riesgo de una Secretaría Técnica (con rango de Ministerio), creada justo para estas situaciones. Es vital el oportuno respaldo de las Fuerzas Armadas con personal, equipos, helicópteros y comunicaciones para afrontar la situación. Los incendios demandan una solidaridad vecinal y dejan la lección de lo importante que es estar siempre en alerta.