Participación, ¿ciudadana?

Está en manos del Consejo Nacional Electoral. La función novedosa de la Participación Ciudadana deja en duda esa condición.

En plena recta final de la selección de aspirantes una vez más el país se encuentra con la ‘novedad’: varios de los aspirantes a consejeros son personas allegadas al Régimen. Nadie desconoce su derecho a aspirar a este cargo de designación de cada uno de estos postulantes.

Pero nadie, así mismo debe desconocer que la esencia de una entidad como esta le debiera alejar del poder, justamente para que sus actuaciones, desprovistas de coyuntura o intereses políticos facciosos, supieran a imparcialidad. La idea es que se ponga por delante el servicio a la gente, mas allá de sus ideologías, militancias cerradas o mezquinas y temporales diferencias.

Por eso es que suena inconveniente que un proceso como el que vemos esté en manos del Consejo Electoral que, lejos de representar a distintas fuerzas políticas, por su extracción y acciones, se lo siente como cercano del poder Ejecutivo y, por momentos, como dependiente de la fuerza que domina el mapa nacional.

Es de desear que se cumpla a cabalidad con el espacio para las impugnaciones. Quizá más allá de cercanías al poder la comisión seleccionadora privilegie los méritos ciudadanos, sus virtudes cívicas y su formación para dirimir situaciones de conflicto.

Todo en pro de una auténtica participación ciudadana abierta e independiente de la vorágine que, por hoy, emana desde el poder y lo cerca todo.

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