Trece minutos después del pitazo inicial, el partido de fútbol entre Barcelona y Macará se suspendió por una gresca en los graderíos que dejó 41 heridos.
Mientras la Fiscalía adelanta investigaciones, el máximo dirigente del club canario, el ex ministro y seleccionado José Francisco Cevallos, anunció la prohibición a la barra conocida como la Sur oscura, de asistir al estadio a los próximos encuentros.
Por el momento, dirigentes de esa barra serán llamados a declarar, y se supo que dos heridos siguen hospitalizados.
Es increíble que este tipo de desmanes siga empañando al deporte rey. Varias versiones atribuyen la gresca a peleas entre microtraficantes de droga por el control de la venta del estupefacientes en escenario deportivo. Las imágenes de la televisión sugieren el uso de un cuchillo y muestran el lanzamiento de objetos contundentes.
Un partido entre el ídolo del astillero y el tradicional equipo ambateño no debiera suscitar ningún tipo de altercados. Está claro que aspectos extra futbolísticos pueden ser el telón de fondo.
El país civilizado, aquel que gusta del fútbol y que añora la fiesta familiar en cada encuentro, rechaza con energía la violencia y deplora las imágenes de personas evacuadas con niños del escenario deportivo. Uno de sus graderíos se convirtió, por obra de la violencia, en campo de batalla.
Basta de estos hechos lamentables en torno al fútbol. Es indispensable que estos hechos no queden en la impunidad.