Lo que debiera ser una buena noticia -la postulación de Ecuador para presidir la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU)- deja un mal sabor de boca porque implica un roce diplomático con Honduras, que también aspira a la designación.
El principio no escrito de alternabilidad para ejercer ese cargo -que excluye a los miembros del Consejo de Seguridad- implica que un país tenga que esperar decenas y decenas de años para repetir. Ecuador ya fue distinguido con esa designación hace 45 años y Honduras trabajaba su candidatura con base en un supuesto acuerdo entre los dos países.
Ecuador argumenta que la oferta de respaldar la postulación de Honduras, hecha en 2014, nunca se selló por escrito. Además, la notificación de la candidatura de la canciller hondureña al cargo llegó varios días después de que Ecuador postulara públicamente a la canciller ecuatoriana.
Los dos países han tenido posiciones diplomáticas divergentes sobre aspectos de interés mundial como, por ejemplo, la democracia y los derechos humanos en Venezuela, tema que genera profunda sensibilidad en foros regionales y mundiales como la OEA y la ONU.
Ecuador seguirá adelante con su candidatura, y se entiende que también lo hará Honduras, si no hay acuerdo. Pero evidentemente solo uno de los postulantes tiene posibilidades de éxito. Lo peor que pudiera pasar es que los dos países se anulen en su propósito y dejen a la región sin esta alta dignidad.