Los sismos generaron conciencia de la vulnerabilidad que entraña vivir en Quito, donde los riesgos suman -además- inundaciones, deslaves y erupciones volcánicas.
Los vecinos de Quito gozan del entorno natural y del privilegio de sus paisajes. Son afortunados, también, de vivir en una ciudad declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. El Centro Histórico es un museo vivo.
Como contraparte, la amenaza de los riesgos es permanente. Esta circunstancia debe motivar la preparación constante como protección colectiva y respeto a las normas de control y convivencia civilizada para cuidar la vida.
El Atlas de Desastres Naturales que diario EL COMERCIO recordó esta semana, en su fortalecida sección Quito, muestra datos siempre preocupantes. El 70% del territorio del Distrito Metropolitano está expuesto a riesgos naturales.
La capital del Ecuador está rodeada de volcanes. Uno de ellos es el Pichincha, en cuyas faldas se cobija la ciudad.
El crecimiento urbanístico conllevó el taponamiento y embaulamiento de quebradas que son el desfogue natural de las aguas que bajan de los cerros.
Los deslaves, de cuando en cuando, dan un susto y causan alguna tragedia.
Los sismos de los días anteriores obligan a reforzar las estructuras y hacer un balance del estado de las edificaciones, para evitar impactos mayores en sismos de mayor intensidad.
Quito se construyó sobre una falla sísmica. Debemos estar siempre alertas para evitar impactos mayores.