Aunque precariamente, ya opera el cese de hostilidades entre los prorrusos y la amenazada Ucrania.
Después de cinco meses de confrontación y un número indeterminado de víctimas, el jueves se acordó el alto el fuego entre el Gobierno ucraniano y las tropas de separatistas prorrusos.
El acuerdo alcanzado en Minsk (Bielorrusia) es precario y este fin de semana, ambas partes denunciaron ataques.
Ucrania sobrevivió a protestas y a un conato de guerra civil que condujo al derrocamiento del régimen y elecciones presidenciales. Enseguida sobrevino la invasión rusa que promovió un referendo separatista en Crimea, finalmente anexada a Rusia. Acto seguido se conformaron fuerzas separatistas prorrusas y la potencia movió tropas a la frontera.
De por medio está la intención de Ucrania de formar parte de la Unión Europea (UE) y la hegemonía rusa sobre esta ex República de la URSS.
Las sanciones de la UE recibieron un rechazo frontal del líder ruso, Vladimir Putin, que a su vez amenaza con contramedidas. Hablamos de bloqueos al comercio exterior. En ese concierto está de por medio la postura crítica de Barack Obama y una reunión de la OTAN, entidad militar que perdió perspectiva y hasta razón de ser desde la disolución del Pacto de Varsovia (países socialistas), cuyos resultados son inciertos.
A nadie escapa la idea de Putin de crear una Rusia que domine el espectro euroasiático. Una UE preocupada y EE.UU.
cada vez con menor incidencia en el mapamundi. Sin Guerra Fría tampoco funciona lo de la potencia unipolar. Ucrania parece el pretexto de un nuevo mapa.