El Ecuador mira sorprendido los acontecimientos políticos en Alianza País, fuerza hegemónica de la década.
La decisión de la directiva de Alianza País, comunicada a la opinión pública desde la sede oficial, de encargar al ex ministro y hasta hace poco asesor presidencial, Ricardo Patiño, la máxima conducción, no hizo sino provocar la reacción de los aliancistas que están cerca o en el Gabinete del Presidente.
Lenín Moreno ocupa desde el 24 de mayo la Presidencia de la República pero es también máximo personero de su movimiento. La pugna entre facciones es cada vez mayor y las diferencias van hacia la ruptura total. Hay visiones distintas sobre el procesamiento al vicepresidente Jorge Glas, al contenido de la consulta y a otros temas cruciales.
Un grupo significativo de militantes apoya al Presidente en la lucha contra la corrupción. Otro grupo, liderado con vehemencia desde Bélgica, califica la actitud del Primer Mandatario como una traición a la llamada revolución.
En la abundancia y con un modelo de concentración de poderes, AP conquistó la hegemonía ante la parálisis o impotencia de la oposición. Lo hizo alrededor de la figura de Rafael Correa.
Contra todo pronóstico -muchos pensaban que Moreno venía a avalar todo lo actuado-, el nuevo presidente ha sido crítico. La directiva de AP remueve a Moreno y el ala cercana al jefe de Estado cierra filas. La medición de fuerzas en la que todos pierden, posterga el tratamiento de los temas urgentes.