El referendo del domingo en Bolivia cierra una etapa. Es verdad que el Gobierno no se resigna a perder y espera datos oficiales, pero la tendencia parece irreversible.
Aun cuando se vayan acortando las distancias, que cambian conforme avanza el escrutinio, el mensaje es claro. La mayoría de bolivianos habilitados para votar no quiere que el Presidente afronte otra reelección.
Acostumbrado como está al poder y siendo el presidente que más años ha permanecido al frente del Palacio Quemado en la historia republicana, Evo Morales cerrará su ciclo.
No es sano desconocer que, a diferencia de sus colegas de la corriente populista autodenominada ‘socialista del siglo XXI’, la economía a Evo Morales se le dio bien. Puso los puntos sobre las íes en materia de la inversión extranjera y a la vez luchó denodadamente contra la exclusión y por la equidad. Eso le confirió un reconocimiento especial al Presidente y a su equipo liderado por el vicepresidente, de formación marxista, Álvaro García Linera, y también por su Ministro de Economía.
El mensaje de las urnas, en el caso de Bolivia, no castiga el manejo la situación económica, a diferencia de otros países de la región. El voto mayoritario se encuentra explicado en el agotamiento del sistema político.
El autoritarismo, la marginación de los grupos indígenas que no comulgaban con el paternalismo, se suman al agotamiento de la gente que encuentra saludable que el péndulo funcione.