El hecho sucedió a plena luz del día y ante el asombro de conductores y transeúntes. Policías y agentes de tránsito forcejeaban y se peleaban.
La ventaja: el suceso se registró en varias cámaras de teléfonos móviles.
La reacción del Ministro del Interior y del Alcalde de Quito no se dejó esperar para prometer investigación y sanciones. Las autoridades piensan que la institucionalidad debe prevalecer.
La confrontación callejera deja un pésimo precedente y no hace pedagogía. No puede ser posible que personas que visten un uniforme y representan los valores que la sociedad debe respetar para precautelar el orden y la seguridad, se trencen a golpes y forcejeos.
La gresca, según los primeros datos que habrá que contrastar, se originó porque un agente de tránsito paró a un policía que, según se dijo, se hallaba en plena persecución por un hecho delictivo. Le pidió papeles y todo empezó.
Pero el hecho supone falta de formación de los uniformados o una errónea defensa institucional que pierde de vista que el servicio a la ciudadanía es el principal objetivo de ambos cuerpos.
Cuando se traspasaron las competencias se ofreció preparar a agentes que tengan un nivel de educación adecuado para manejar situaciones críticas. Es menester que esa cualidad exista en la Policía Nacional también. Estos actos negativos deben ser investigados y sancionados para bien de la ciudadanía, que deposita en los policías un bien tan preciado como la vida y la seguridad.