El caso de abuso a 41 niños en un colegio de Quito no se sella ni se olvida con facilidad. La truculenta historia merece reacción social, racional pero contundente.
Este lunes se develó una placa en el colegio que fue escenario de acción de un profesor, que ya está preso por abuso sexual a una menor por 16 años y afronta esta nueva condena: 7 años
La placa ordenada por la Corte Constitucional reza: ‘Por las víctimas de abuso infantil en el sistema educativo’.
El colegio insiste en que no pudo ser parte del proceso y recurrirá a instancias internacionales. Más allá del derecho que le asiste está la huella de dolor infringida. El profesor cerraba cortinas, obligaba a desnudarse a los niños y exhibía vídeos pornográficos forzando a los niños a imitarlos, amén de otras atrocidades que claman al cielo.
Además amenazaba de muerte a los niños, les decía que mataría a sus padres e incendiaría sus casas.
El problema que deja secuelas, ya que los padres consideran que muchos nunca lo olvidarán, que el abuso será para ellos una huella indeleble en sus vidas, es que la frase de la Corte Constitucional llama la atención, se considera un problema del sistema educativo. El hecho de que existan 343 denuncias y más de 4 000 expertos rastreando los abusos es una buena noticia pero que encierra una mala: el caso del colegio es el rostro de una sociedad que tiene una parte enferma, una de las peores aberraciones humanas, al abuso y acoso sexual contra niños. ¿Qué nos pasa?