Con pasmosa parsimonia, el Consejo Nacional Electoral venezolano -cuya independencia del poder Ejecutivo siempre se rodeó de dudas- anunció que contará las firmas en los próximos días.
Lo hace como si la situación desesperada de la gente pudiese dar tiempo a un desenlace sin sobresaltos.
Pero todo esto sucede mientras las calles vuelven a calentarse. Más allá de la ciega percepción de los aliados del socialismo del siglo XXI, las perchas de los supermercados lucen vacías y la gente escarba en busca de algún residuo de alimento que se pueda rescatar. No se trata ya de la falta de algún producto especial, es algo más, se llega al hambre.
Además, el tema de las medicinas es agobiante: no hay, simplemente, y no habrá, quién sabe por cuánto tiempo más. Todo sucede en medio de la incertidumbre por una solución rápida al nudo político que se plantea.
En medio de arengas inútiles y discursos grandilocuentes, la salida del diálogo político no llega. Los presos políticos opositores siguen tras las rejas y los buenos oficios lucen insustanciales ante un gobierno que no admite su fracaso. Por eso es que la oposición, unida en un fuerte bloque de mayoría en la Asamblea Nacional, optó por el camino constitucional de plantear un referendo para revocar el mandato de Nicolás Maduro.
El Consejo Electoral debe dar vía libre al proceso, que mitigue en algo la inmerecida agonía para una buena parte del pueblo. Venezuela debe abrirse a la libertad y al mundo.